Damon interpreta a Will Hunting, un chaval superdotado que vive en los suburbios de Boston. Trabaja limpiando la facultad de Matemáticas, y en sus ratos libre resuelve problemas matemáticos de complejidad bárbara. Su potencial no permanece oculto mucho tiempo a ojos de uno de los profesores más prestigiosos de la institución. Sin embargo, la vida no se reduce a una serie de distinciones universitarias.
Good Will Hunting no es sólo la historia de un chico con un don. Es el reflejo de dos estratos sociales opuestos. Los barrios bajos, con sus chicos conflictivos, los empleos de mierda, las borracheras con los colegas en un pub mugriento y la imposibilidad -para el ciudadano medio- de escapar de allí. En el otro lado tenemos el mundillo de las altas esferas universitarias; todo fachada y vanidad.
Es una historia cotidiana. No esperéis parafernalia de ningún tipo. Pero precisamente en eso, en su desnudez, reside su magia. La cantidad de momentos (por qué no decirlo) excepcionales supera con creces a la de la mayoría de películas que he visto en mi vida. Me pregunto dónde habrán aprendido a filosofar sobre la vida de esa manera Affleck y Damon, pero me quito el sombrero.
Diálogos (y monólogos) imprescindibles. Mensaje evocador, sencillo, sin aspavientos. Amor, amistad, futuro. Así defino yo El indomable Will Hunting. Perfila la soledad del genio.
Este post es más reducido de lo habitual porque cuanto antes dejéis de leerme y corráis a buscarla, mucho mejor. Visionadla, ipso facto. (Por cierto, Robin Williams, actor al que tengo un cariño especial, se ganó el Oscar con creces gracias a su magistral lección de interpretación. ¡Grande!).
Hasta la próxima, queridos amiguitos.
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