domingo, 2 de mayo de 2010

Edgar Allan Poe

"Tengo una gran fe en los tontos. Autoconfianza lo llaman mis amigos."

A lo largo de los años se han escrito innumerables biografías en torno a su figura, así pues me limitaré a recopilar los datos más interesantes de su vida en las siguientes líneas. Boston lo vio nacer allá por 1809. Pronto se quedó huérfano y fue adoptado por un matrimonio de Richmond, los Allan. Esta familia se trasladó a Gran Bretaña cuando el pequeño Edgar contaba con 6 años. Volvieron a Estados Unidos en 1920, pero en ese período aprendió latín y francés. Se matriculó en la Universidad de Virginia, tuvo problemas con el juego y la bebida, y abandonó la institución antes de un año. Las relaciones con su padre adoptivo eran cada vez más tensas. A los 18 años se alistó en el ejército, con el único propósito de lograr algo de independencia. En ese mismo año (1827), publica su primer libro: "Tamerlán y otros poemas". Poe se casó, en secreto, con su prima Virginia Clemm de 13 años el 22 de septiembre de 1835. (En 1836, se ofició una segunda boda, esta vez de carácter público). Fracasó en su empeño de publicar un nuevo diario: "The Stylus". Ejerció como periodista, crítico literario y otros oficios que nada tenían que ver con su pasión por la escritura. Su mujer murió de tuberculosis a los 25 años. Edgar se abandonó a la desesperación. El fallecimiento del escritor nunca fue del todo aclarado. Se produjo en 1949, dos años después que el de Virginia. Las verdaderas causas se desconocen, pero en su día se especuló mucho con motivos tales como el delirium tremens, un ataque cardíaco, sífilis o epilepsia.

Poe fue autor de multitud de relatos, críticas literarias, ensayos, cartas e, incluso, una novela larga. Pero lo que realmente le apasionaba era la poesía. No obstante, no pudo dedicar a su género predilecto toda la atención que le hubiese gustado, ya que siempre tuvo necesidad acuciante de dinero. Los relatos se vendían mejor. Quiso vivir de la escritura, y tuvo que pagar ese precio para lograrlo.

El estilo de Edgar Allan Poe ha sido catalogado como "cáustico y elegante". Como narrador se guiaba siempre por un criterio exclusivamente estético, donde la imaginación, la verosimilitud y la originalidad eran los pilares clave. En sus relatos cultivó, sobre todo, el género del terror. Algunos de los temas a los que Poe recurrió con mayor frecuencia son: la muerte, la venganza, la culpa, el poder de la voluntad y los efectos de las drogas. Cabe destacar, además, sus cuentos analíticos -detectivescos- y los de ciencia ficción.


Entre sus obras de mayor calidad y renombre encontramos títulos como "El cuervo y otros poemas", "El barril de amontillado", "Marginalia" (ensayo), "El gato negro", "La narración de Arthur Gordon Pym", "Los crímenes de la calle Morgue", "El escarabajo de oro", "Tamerlán y otros poemas, y un largo etcétera.

Aunque algunos de sus relatos alcanzaron gran éxito, Edgar Allan Poe fue reconocido en vida, sobre todo, como crítico literario. A raíz de su muerte y sus problemas con el alcohol, en Estados Unidos miran con recelo su figura, mientras que en Francia, en cambio, la veneran. El mismísimo Charles Baudelaire se deshacía en elogios siempre que se refería a Poe, y tradujo buena parte de sus obras al francés. La influencia de Poe en toda la literatura posterior es innegable. Dos maestros del relato de terror y del policíaco, Lovecraft y Doyle, respectivamente, no dudaron en señalar a Poe como el precursor de dichos géneros. "¿Dónde estaba la literatura policíaca antes de que Poe le insuflara el aliento de vida?", se preguntaba el creador de Sherlock Holmes.


Alabado por unos y vilpendiado por otros. Rodeado de la muerte de sus seres queridos en cada instante de su vida. Con la pluma y la botella como recurso para evadirse de la asfixiante realidad de su país, y de la suya propia, Edgar Allan Poe quiso hacer de la escritura su "modus vivendi". Nos regaló algunos de los relatos más increíbles redactados hasta la fecha. Revitalizó multitud de géneros, y demostró un descomunal amor hacia la escritura. Su muerte, a los 40 años, sólo contribuyó a aumentar su leyenda. Rubén Darío, en su libro "Los raros", no dudó en calificarlo como "el príncipe de los malditos".

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