El muerto gozoso
En una tierra grasa, hastiado ya de besos,
quisiera por mi mano cavar, profunda y sola,
una fosa en que puedan, al fin, mis pobres huesos
dormir en el olvido como el pez en la ola.
Odio los testamentos y los llantos acerbos;
antes que mendigar una lágrima al mundo,
preferiría, vivo, invitar a los cuervos
a ensangrentar su pico sobre mi cuerpo inmundo.
¡Gusanos!, silenciosos y ciegos compañeros,
he aquí un muerto gozoso que hoy ha venido a veros;
hijos de toda podre, filósofos despiertos,
moveos libremente sobre mi sepultura,
decid si reserváis aún alguna tortura,
a este cuerpo sin alma, al muerto entre los muertos.
El gusto de nada
Triste espíritu mío, otro tiempo esforzado,
la esperanza, que ayer atizaba tu ardor,
¡ya no quiere espolearte! Échate sin pudor
como un caballo viejo que en todo ha tropezado.
Duerme, duerme, alma mía, corazón resignado.
Para ti ya no cuentan, espíritu burlado,
ni el amor, ni la lucha, viejo merodeador.
Placeres, no tentéis la sombra y el dolor.
Adiós, cantos, suspiros... La flauta se ha callado.
¡Primavera adorable, has perdido tu olor!
El tiempo me devora, segundo por segundo,
como la nieve inmensa a un cuerpo ya sin vida;
contemplo desde lo alto la redondez del mundo
y no hallo en todo él para mí una guarida.
Avalancha, ¿quisieras llevarme en tu caída?
.
Poemas escogidos de entre los geniales versos que compuso Charles Baudelaire en la creación de su obra maestra: "Las flores del mal". Estas imágenes de locura me vienen a la mente, cada vez que veo escenas de la tragedia por televisión, como un reflejo de "lo irreparable, lo irreversible, lo irremediable" que atormentaba a nuestro autor.
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